Llegó la hora de irnos
despidiendo. Llegan los últimos días para todo aquello que formaba parte de
nuestro hoy. Así llega ansiosamente el último día de trabajo, y con alegría
pero nostalgia se va recogiendo aquellas
pequeñas cosas que se fueron acumulando a través de los años, llegando a llenar
bolsas donde cada objeto tiene cierto valor sentimental. Después de dejar todo
en orden comienza la despedida con los compañeros, aquellos con los que se
compartieron largas jornadas laborales. Algunos se transformaron en amigos y
dieron lugar al llanto a la hora del adiós, no porque no se los vaya a ver
nuevamente sino porque ese día a día que se compartía no va a existir más.
Llegan las despedidas con amigos
y familia, esas que parecen de nunca terminar, con muchos abrazos y llantos de
por medio, alegrías y tristezas mezcladas. Son un cúmulo de días que aunque te
despidas aún sabés que no es definitivo, porque se sigue en pie en el paisito.
Llamada tras llamada para desearte buen viaje te va haciendo caer de a poco que
pronto no vas a seguir ahí. Una salida desesperada al shopping para comprar cosas necesarias para guardar en
la valija, y terminar saliendo de la Tienda Inglesa con 8 vasos de vidrio, te
hacen dar cuenta que la ansiedad juega partidos confusos. Pero todos sabemos
que uno nunca está preparado, que las cosas llegan, y a veces es mejor que lleguen
sin pensar en todos los sucesos que vamos a estar ausentes. En lo personal más
allá de los cumpleaños y festividades, tengo el recibimiento de una de mis
mejores amigas. Va a ser raro no poder estar ahí cuando se reciba de Doctora en
medicina…y pensar que la conocí de túnica y moña. Son cosas que te aprietan el
pecho, porque son momentos únicos… Tampoco voy a ver a mis sobrinos que crecen
a pasos agigantados, ni a mis padres que van envejeciendo cada día más.
Llegó el día de abandonar la casa, y despedirnos de nuestro perrito Guazú.
Nuestro cimarrón de dos años de edad no dejó de dormir en la cama con nosotros
hasta el último día…Crítica de muchos, lo sé, pero adoramos dormir todos juntos.
Ahora le toca estar unos meses sin nosotros, pero todo va a estar bajo control para que nos extrañe lo
menos posible, al menos es lo que nos vendemos a nosotros mismos porque es duro
dejarlo siendo parte de nuestra familia hoy en día.
Como buenos uruguayos terminamos
la valija 2 horas antes de partir. Fue una valija de semanas de preparación, y
terminó siendo la casa en 20 kilos. Se cierran las valijas, y marchamos al
aeropuerto. Allí nos esperaban amigos y familiares. Los que fueron y los que no
pudieron ir, estaban todos presentes. Repartí unos cuadritos que hice en 5
minutos antes de irme de casa, no fueron suficientes, pero me dio para
hacérselos llegar a aquellas personas que siento lo que escribí en ellos…”Hay
ausencias que tienen la rara costumbre de separar los cuerpos y unir las
almas”.
Nos despedimos de todos viendo a
nuestros padres no aguantar el llanto. Nuestra alegría contrasta con estos
retratos...El viaje nos espera, ahí vamos!
Marianita y Gaston estamos con ustedes en el viaje desde casa¡¡¡¡ besotesss los queremosss muchisimoooo¡¡¡¡. disfruteeennnnnnn¡¡¡¡
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