Llegamos a Auckland después de
varios días en la isla sur y nos fuimos a buscar el auto que alquilamos, un
Toyota Corolla que era una verdadera nave comparada con “La Batata”. Fue una
solución para movernos a Rotorua, lugar donde nos esperaba al día siguiente nuestra
primer Half Marathon! Con sólo un combo
de Mc Donals de por medio me fui manejando los 230 kilómetros hasta Rotorua.
Adoro manejar por la derecha en el carril de la izquierda, mucho más sencillo y
práctico, la ruta tomó lugar gran parte en la noche y con lluvia, pero a
velocidad crucero todo el tiempo fue un viaje muy agradable. Aproximándonos a
esta nueva ciudad donde pasaríamos dos noches, un extraño olor empezaba a
penetrar el ambiente. Sí sí, un olor a podrido invancable, bien de cloaca
invadía toda la cuidad donde correríamos al día siguiente. Llegamos al hostel y
preguntamos a que se debía el olor. Al parecer un volcán que hizo erupción hace
años atrás produce hoy en día que las aguas calientes salgan a la superficie.
Ahí entendimos el ser del humo que se veía en distintos lugares de la cuidad,
lugares donde el olor era aún más fuerte. La gente en Rotorua se acostumbra a
sentir ese aroma en el aire, donde va y viene dependiendo del día.
Sin más que alguna queja que otra cuando el olor se hacía fuerte, esa noche nos fuimos a buscar las remeras de la carrera y a registrarnos. Caminamos hasta el lugar donde al llegar ya se veían las caras de los atletas radiando felicidad, como nosotros, simplemente por estar ahí y por correr en breve. Qué lindo es sentir esa buena energía de los deportistas! Con música, stands de todo tipo, nos entretuvimos un buen rato, luego nos fuimos a recorrer el centro.
Sin más que alguna queja que otra cuando el olor se hacía fuerte, esa noche nos fuimos a buscar las remeras de la carrera y a registrarnos. Caminamos hasta el lugar donde al llegar ya se veían las caras de los atletas radiando felicidad, como nosotros, simplemente por estar ahí y por correr en breve. Qué lindo es sentir esa buena energía de los deportistas! Con música, stands de todo tipo, nos entretuvimos un buen rato, luego nos fuimos a recorrer el centro.
En Rotorua hay una peatonal muy
linda donde ya a las 19 hs no se ve más gente caminando en ella. Hombres y
mujeres, jóvenes o adultos, todos están adentro de los bolichitos comiendo y
tomando. Nos sigue impresionando como la gente se duerme y come temprano. Esa
noche terminamos en pizza hut. En la
madrugada, nos empezamos a sentir mal del estómago con Gastón así que nos
tomamos un fadal cada uno para que nada nos arruine la carrera. Con sólo 5
horas de descanso, se hizo la mañana y sin desayunar nada por las dudas de que
nos haga sentir mal en la carrera, nos fuimos corriendo a tomar el ómnibus que
nos llevaba hasta el punto de partida. A las 7 y 45 de la mañana partió el
ómnibus. Fue como media hora en bus hasta que nos dejaron en el punto del cual
salían los corredores de la media maratón. Nos sorprendió ver gente mayor
anotada para correr 21 km como nosotros. Y cuando digo gente mayor hago
referencia a mujeres y hombres de hasta 84 años. Sorprendente y admirable el
amor por el deporte. La edad la sabemos porque dieron muchos premios a todas
estas personas que se animaron y corrieron, preguntándole la edad a muchos de
ellos.
Se hicieron las 9 de la mañana y
llegó el momento de la partida. Que emoción estar ahí junto a las 4 mil
personas que corrían, habiendo esperado ansiosamente esta carrera por más de
dos meses. Como deportistas nos sentimos en falta porque no entrenamos mucho,
más bien nunca corrimos más de 14 km seguidos, y en el mes previo sólo corrimos
una vez en Montevideo, otra en Queenstown y la última vez en Wanaka. Problemas
de salud nos jugaron partidas contrarias, pero nada ni nadie nos iba a trancar
correr nuestros primeros 21 km! Antes
de arrancar la carrera las autoridades dieron la orden de que no se podía
escuchar música mientras se corría, auriculares prohibidos por seguridad. No
dimos mucha bola y fuimos escuchando lo que siempre nos da fuerza para correr. Sonó
la corneta, empezó la carrera y la energía se empezó a sentir. Los primeros
kilómetros fueron muy divertidos, fuimos cantando y alentando. Nos sorprendió
que nadie aplaudía, la gente que se para a verte correr es amarga y no alienta.
Nada importaba, las palmas uruguayas estaban presentes y algún “Uruguay nomás”
también. Empezaron los repechos como a los 6 km, se sentía el cansancio. Ahí
recordaba los 10k de Minas. Si corrí a pleno mediodía con un calor invancable,
a puro repecho más repecho, entonces tenía que poder con éstos. La gente en las
casas armaba mesas para sus conocidos con frutas y bebidas, y carteles de
aliento que indicaban a quien estaba dirigido ese festín energético. Por suerte
encontramos en el km 14 a una señora que tenía una mesa de bananas y un cartel
que decía “you can guys!! “ Así que la interpretación fue muy amplia y Gastón
le pidió una banana que fue salvadora para aguantar los próximos kilómetros.
Con lluvia, viento, sol, subidas y bajadas constantes los kilómetros iban
sumando cada vez más. Los últimos kilómetros fueron devastadores. No sabíamos
de donde sacar energía, y cada vez demorábamos más en hacerlos. Así llegamos al
último kilómetro que me pareció eterno. Gastón prendido a la cámara registró
todo momento de la carrera, yo más destruida necesité más concentración.
Victoriosos culminamos la carrera después de haber corrido 2 horas y 45
minutos. Sé que no es buen tiempo pero llegamos a la meta “ Exceed your expectations
because you can”.
Terminamos de correr y me sentí
morir. Acostumbrados a que te den gatorade, cereales o frutas al culminar la
carrera y no obtener nada en esta, se sintió la falta de todo. Nos fuimos al
hostel rápido a bañarnos para no enfriarnos, pero imposible, el frío le ganaba
a todo. Después de una ducha caí en la
cama y en unas horas me recuperé. A las 17 nos fuimos al lugar donde sorteaban premios
y premiaban a los ganadores de los primeros puestos. Recién ahí comí una
ensalada de frutas y un sándwich bien potente, moría de hambre. No nos ganamos
nada en los sorteos. A la hora festejamos en pizza hut comiendo buffet de
pizza. Como se extraña la pizza cacerita, o la del Bar Premier! Esa noche se veía mucha gente rengueando,
muchos corredores se lesionaron y se notaba. Parecía que toda la cuidad hubiera
tenido un accidente y los lesionados se arrastraban por las calles. Cómico de
ver pero también desgarrador porque a nadie le gustaría lesionarse. Para
rematar la noche después de tener la panza llena nos fuimos a las termas de la
cuidad. Rotorua es conocida por sus aguas termales con distintos minerales. Les
aseguro que aún no he visto termas que superen las del Quiroga de Salto. Las
aguas termales de Rotorua no eran muy agradables en cuanto a su olor. Como todo
en la cuidad, el olor a cloaca estaba presente en cualquier ocasión. Nada
agradable lo sé, pero real. Las termas llenas de chinos molestos por todos
lados hablando a los gritos, dio para recompensar a los músculos una horita y
después afuera.
Al otro día abandonamos el hostel
en la mañana y nos fuimos con el Toyota camino a Auckland. Gastón tomó el
volante y yo dormí gran parte del viaje. Llegamos, devolvimos el auto y nos
fuimos a conocer la cuidad. La primera impresión no fue de agrado. Muchas caras
y muchas mezclas de todo tipo. Ya no se veían a los rubios de ojos claros de la
isla sur. Ahora, en cambio, sólo veías asiáticos, musulmanes, indios y
mexicanos. En todos los puestos de servicio trabajaban extranjeros. Por primera
vez en toda NZ vimos gente durmiendo en las calles y pidiendo. La impresión de
estar en la 18 de julio de Montevideo no desaparecía, el centro de día no se
ganó nuestro agrado.
Después de bajar de la Sky Tower
nos divertimos un poco con muñecos que habían en una sala. Esas sí son cosas
que no me dejan de sorprender, je.
Más tarde recorrimos el puerto. El punto más alto de la cuidad se lo da la zona portuaria, sin lugar a dudas. Con
bolichitos por todos lados la noche cayó y el puerto se llenó de lucecitas. La
imagen de la Sky Tower de noche era increíble, embelleciendo toda la cuidad.
Ahí entendí la belleza de la torre, belleza que de día no se aprecia pero
cuando cae el sol, la torre es la imagen más hermosa de ver.
Encontramos a PwC enfrente al
puerto. Uno de los edificios más altos de la ciudad en una ubicación
envidiable. Gastón se sacó alguna foto que otra para el recuerdo.
Caminando un poco más regresamos
al centro donde nos divertimos cruzando las calles. Resulta que los semáforos
de ambos sentidos se ponen en roja, y la luz verde está presente para todos los
peatones, no sólo para cruzar de la forma habitual sino que también para cruzar
tomando la diagonal.
Nos fuimos de NZ. Próximo destino
Sydney, Australia.
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