Llegamos a Singapore en la noche, y en media hora se iba el último tren. Corriendo fuimos al centro de información
para agarrar un mapa de la ciudad y nos fuimos. Nuestro cuarto por dos noches
estaba en China Town dentro de la cuidad de Singapore, al sur de la misma.
Teníamos que hacer dos cambios de tren en el subte. Como era tarde no llegamos
a agarrar el último cambio de tren que nos dejaba en China Town, así que
tuvimos que salir a la superficie tras un oficial que nos llevó a la salida
porque el metro cerraba. Nos fuimos caminando en busca del hostel. Por suerte
sólo fueron un par de cuadras pero lloviznaba y estaba algo oscuro. Cuando
doblamos en la calle del hostel, Pagoda, nos impresionó lo iluminada que
estaba. Con adornos chinos colgados por todos lados, la presencia de techitos
armados con andamios llenaba toda la cuadra. Me hizo recordar los techitos
verdes del centro de Montevideo. Imagínense estos techitos contra las casas y
vacíos por dentro, pero con su toldo cubriendo techo y paredes laterales. Teníamos que meternos adentro de estos puestos para encontrar el número de
puerta del hostel.
Para nuestra fortuna, al abrir la puerta del hostel vimos
una escalera altísima para subir. Se me cayó el alma al piso porque los brazos
no me daban más de dolor y cansancio. Para completar la velada no sólo eran
muchos escalones para subir, sino que el ambiente estaba inundado por el olor a
pata. Con zapatos de toda índole y especie, los olores danzaban en nuestras
fosas nasales. De medias nos llevaron hasta nuestra habitación de dos por dos,
donde entraban dos cuchetas en posición L, y quedaba un huequito donde sólo
entraban dos personas paradas a la vez. Nos dormimos los cuatro como si fuera
de día, ya que al parecer no se estila poner cortinas y los focos de luz de la
calle hacían el día en la habitación.
Después de dormir cuatro horas,
desayunamos en el hostel y salimos a conocer Singapore. Para esto sólo teníamos
un día, así que estudiamos bien el mapa y la jugada para que nos dé el tiempo. Nos
sorprendió lo chico que era la cuidad, perfectamente podías ir caminando a
todos lados. Lugares a conocer fueron China Town, Little India, Centro
comercial, parques y bahía.
Al salir a la calle nos dimos cuenta
que estábamos bien en el centro de este barrio, con cientos de tiendas
alrededor nuestro.
Los techitos yacían con mercadería y gente vendiendo.
Recorrimos un montón de cuadras, compramos algún recuerdo y visitamos un templo
Chino.
En este templo tenías que descalzarte para entrar y no te dejaban sacar
fotos. Ordenado y bastante limpio nos aburrimos rápido y nos fuimos. Seguimos
caminando. Las calles adornadas con aromas de condimentos y globos de papel
colgando te hacían sentir que era bien un barrio chino.
Caminamos hasta
recorrerlo todo porque era muy chico.
Después nos fuimos en subte hasta
Little India. Algo particular de los subtes es que estaban llenos de carteles
donde decían que te multaban si escupías, si comías y si tomabas agua. Las
multas no eran menores, lo de escupir nos sorprendió pero si estabas ahí
entendías la razón de ser de la sanción.
Llegamos a Little India que está
al norte de Singapore. Qué decir! No pudimos quedarnos mucho tiempo en este
barrio por el olor presente en el metro, en las calles, en todos lados.
Con
Gastón fuimos directo al templo más popular de Singapore, el templo indio
Yeeramakaliamman.
Dicen que hay que visitarlo, pero el olor nauseabundo de
fruta y flores quemadas hizo que nos
fuéramos del mismo antes de lo previsto. Observamos que en la entrada del
templo hay una personita cobrando a los indios, quienes no sólo pagan cuando
entran, sino también para rezarle a algún buda. Todo tiene un precio, fijado en
un cartel. Para recibir una bendición, daban bananas y dinero a cambio de esa
marquita blanca en la frente. Se podía ver a las mujeres con sus trapos
cubriendo todo su cuerpo pero dejando la espalda o parte de la panza sutilmente
al descubierto. Al salir del templo tenías canillas para lavarte los pies, ya
que había que entrar descalzo. Nuestro tiempo en este templo fue breve y por el
olor en el mismo decidimos no quedarnos a observar un rito muy famoso que se
realizaba a ciertas horas. Fue muy interesante conocerlo, además de
entretenernos con personajes que no cedían lugar al aburrimiento.
Caminando nos fuimos hasta
Orchard Road ubicada en el oeste de la cuidad, una calle que recorre el centro más
pituco de Singapore, donde encontramos casas de marcas famosas y todo más
ordenado y limpio. Después nos fuimos caminando hasta el este de la cuidad. En
el camino atravesamos parques donde encontramos universidades y una hermosa
iglesia armenia. Todo muy lindo con vegetación que daba vida a las calles.
Tuvimos que parar varias veces en el camino a comprar agua, el calor se empezaba
a sentir.
Antes de llegar a la costa rodeamos el Boat Quay, una bahía muy
tranquila llena de restaurantes para comer. Pasamos un puentecito muy lindo y
nos dimos de frente con el Merlion Park.
Un parque donde está una de las
imágenes que caracteriza a esta ciudad, un león con cuerpo de pez llamado
Merlion. Esta zona en la costa es conocida no sólo por la imagen del Merlion
largando agua por su boca al río, sino también por sus rascacielos y por la
imagen de tres edificios con un barco arriba de ellos.
Este edificio se llama
Marina Bay Sands y es un trío de torres
que recomiendo conocer por dentro. Hoteles, restaurantes, y todo tipo de casas
de venta se pueden encontrar allí. Es como un shopping con la peculiaridad que
estas torres se unen a lo alto por una construcción en forma de barco. Al lado
del Marina Bay Sands se encuentra el Museo de Arte, con una forma también
particular.
Desde el Merlion se veía el
Marina Bay Sands, así que fuimos caminando hasta allí. Cuando llegamos nos
cobraban 20 SGD para subir al mirador ubicado en la proa del barco. Buscamos
una opción mejor así que hicimos una reservación para cenar a las 18 hs. en un
restaurant ubicado también en la proa, pero donde no nos cobraban para subir.
La cena fue muy particular porque el lugar era increíble. Vimos la puesta del
sol en el restaurant y luego bajamos al mirador para apreciar la vista de los
rascacielos.
El cansancio se sentía así que
emprendimos una caminata de una hora y media hasta el hostel. Con pocas horas
de sueño el despertador sonó a las cinco de la madrugada, pues a las seis
teníamos que salir con Gastón hasta el subte para ir al aeropuerto.
Tokio nos
espera!!!
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