lunes, 25 de junio de 2012

Singapore


En Sydney nos tomamos un vuelo de 8 horas hasta Singapore. Ya en el aeropuerto empezamos a visualizar otro tipo de gente. Fue bastante incómodo hacer el check in pues en la cola atrás nuestro teníamos a una mujer que no paraba de toser sin taparse la boca, hacer ruidos con sus faringes y eructar como si estuviera en pleno concurso, todo como algo natural pero sin considerar que hay otras personas que les puede llegar a molestar. Una vez que embarcamos nos subimos a un Quantas de 2 pisos, enorme. El primer piso era solo primera clase, y obviamente no pudimos subir. En este vuelo ya se empezaba a sentir olores, y fuertes. Me quise cambiar de asiento y me fui para el fondo. Me senté y no aguanté más de diez minutos. El en avión había muchos pasajeros indios y les sentía olor, rexona los había abandonado hace tiempo. Se dice que emanan ese olor por la comida que ingieren, no lo sé. Me tuve que regresar a mi asiento que por suerte no había olor cerca.

Llegamos a Singapore en la noche, y en media hora se iba el último tren. Corriendo fuimos al centro de información para agarrar un mapa de la ciudad y nos fuimos. Nuestro cuarto por dos noches estaba en China Town dentro de la cuidad de Singapore, al sur de la misma. Teníamos que hacer dos cambios de tren en el subte. Como era tarde no llegamos a agarrar el último cambio de tren que nos dejaba en China Town, así que tuvimos que salir a la superficie tras un oficial que nos llevó a la salida porque el metro cerraba. Nos fuimos caminando en busca del hostel. Por suerte sólo fueron un par de cuadras pero lloviznaba y estaba algo oscuro. Cuando doblamos en la calle del hostel, Pagoda, nos impresionó lo iluminada que estaba. Con adornos chinos colgados por todos lados, la presencia de techitos armados con andamios llenaba toda la cuadra. Me hizo recordar los techitos verdes del centro de Montevideo. Imagínense estos techitos contra las casas y vacíos por dentro, pero con su toldo cubriendo techo y paredes laterales. Teníamos que meternos adentro de estos puestos para encontrar el número de puerta del hostel. 
Para nuestra fortuna, al abrir la puerta del hostel vimos una escalera altísima para subir. Se me cayó el alma al piso porque los brazos no me daban más de dolor y cansancio. Para completar la velada no sólo eran muchos escalones para subir, sino que el ambiente estaba inundado por el olor a pata. Con zapatos de toda índole y especie, los olores danzaban en nuestras fosas nasales. De medias nos llevaron hasta nuestra habitación de dos por dos, donde entraban dos cuchetas en posición L, y quedaba un huequito donde sólo entraban dos personas paradas a la vez. Nos dormimos los cuatro como si fuera de día, ya que al parecer no se estila poner cortinas y los focos de luz de la calle hacían el día en la habitación.
Después de dormir cuatro horas, desayunamos en el hostel y salimos a conocer Singapore. Para esto sólo teníamos un día, así que estudiamos bien el mapa y la jugada para que nos dé el tiempo. Nos sorprendió lo chico que era la cuidad, perfectamente podías ir caminando a todos lados. Lugares a conocer fueron China Town, Little India, Centro comercial, parques y bahía.

Conocer China Town era lo primero a hacer ya que el hostel estaba ahí mismo. 

Al salir a la calle nos dimos cuenta que estábamos bien en el centro de este barrio, con cientos de tiendas alrededor nuestro. 

Los techitos yacían con mercadería y gente vendiendo. Recorrimos un montón de cuadras, compramos algún recuerdo y visitamos un templo Chino. 
En este templo tenías que descalzarte para entrar y no te dejaban sacar fotos. Ordenado y bastante limpio nos aburrimos rápido y nos fuimos. Seguimos caminando. Las calles adornadas con aromas de condimentos y globos de papel colgando te hacían sentir que era bien un barrio chino. 
Caminamos hasta recorrerlo todo porque era muy chico.

Después nos fuimos en subte hasta Little India. Algo particular de los subtes es que estaban llenos de carteles donde decían que te multaban si escupías, si comías y si tomabas agua. Las multas no eran menores, lo de escupir nos sorprendió pero si estabas ahí entendías la razón de ser de la sanción.
Llegamos a Little India que está al norte de Singapore. Qué decir! No pudimos quedarnos mucho tiempo en este barrio por el olor presente en el metro, en las calles, en todos lados. 
Con Gastón fuimos directo al templo más popular de Singapore, el templo indio Yeeramakaliamman. 
Dicen que hay que visitarlo, pero el olor nauseabundo de fruta y  flores quemadas hizo que nos fuéramos del mismo antes de lo previsto. Observamos que en la entrada del templo hay una personita cobrando a los indios, quienes no sólo pagan cuando entran, sino también para rezarle a algún buda. Todo tiene un precio, fijado en un cartel. Para recibir una bendición, daban bananas y dinero a cambio de esa marquita blanca en la frente. Se podía ver a las mujeres con sus trapos cubriendo todo su cuerpo pero dejando la espalda o parte de la panza sutilmente al descubierto. Al salir del templo tenías canillas para lavarte los pies, ya que había que entrar descalzo. Nuestro tiempo en este templo fue breve y por el olor en el mismo decidimos no quedarnos a observar un rito muy famoso que se realizaba a ciertas horas. Fue muy interesante conocerlo, además de entretenernos con personajes que no cedían lugar al aburrimiento.



Caminando nos fuimos hasta Orchard Road ubicada en el oeste de la cuidad, una calle que recorre el centro más pituco de Singapore, donde encontramos casas de marcas famosas y todo más ordenado y limpio. Después nos fuimos caminando hasta el este de la cuidad. En el camino atravesamos parques donde encontramos universidades y una hermosa iglesia armenia. Todo muy lindo con vegetación que daba vida a las calles. Tuvimos que parar varias veces en el camino a comprar agua, el calor se empezaba a sentir. 
Antes de llegar a la costa rodeamos el Boat Quay, una bahía muy tranquila llena de restaurantes para comer. Pasamos un puentecito muy lindo y nos dimos de frente con el Merlion Park. 
Un parque donde está una de las imágenes que caracteriza a esta ciudad, un león con cuerpo de pez llamado Merlion. Esta zona en la costa es conocida no sólo por la imagen del Merlion largando agua por su boca al río, sino también por sus rascacielos y por la imagen de tres edificios con un barco arriba de ellos. 
Este edificio se llama Marina Bay  Sands y es un trío de torres que recomiendo conocer por dentro. Hoteles, restaurantes, y todo tipo de casas de venta se pueden encontrar allí. Es como un shopping con la peculiaridad que estas torres se unen a lo alto por una construcción en forma de barco. Al lado del Marina Bay Sands se encuentra el Museo de Arte, con una forma también particular.


Desde el Merlion se veía el Marina Bay Sands, así que fuimos caminando hasta allí. Cuando llegamos nos cobraban 20 SGD para subir al mirador ubicado en la proa del barco. Buscamos una opción mejor así que hicimos una reservación para cenar a las 18 hs. en un restaurant ubicado también en la proa, pero donde no nos cobraban para subir. La cena fue muy particular porque el lugar era increíble. Vimos la puesta del sol en el restaurant y luego bajamos al mirador para apreciar la vista de los rascacielos.

















Hace tiempo que no me quedaba deslumbrada mirando una bahía. Tanto nos gustó que las horas pasaron y recién a las 21 hs. decidimos bajar. Mientras tanto uno se quedaba observando todo. Un show de luces con láser y agua del río nos sorprendió desde arriba del barco, pero como lo pasaban cada media hora, al bajar del barco lo vimos nuevamente pero de cerca y sentados en la bahía.










El cansancio se sentía así que emprendimos una caminata de una hora y media hasta el hostel. Con pocas horas de sueño el despertador sonó a las cinco de la madrugada, pues a las seis teníamos que salir con Gastón hasta el subte para ir al aeropuerto. 

Tokio nos espera!!!



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